Hace tiempo que se nos viene avisando. El calentamiento global es un hecho y sus perturbaciones asociadas a él han de tenerse debidamente en cuenta. Urge entonces modificar unas pautas de vida basadas en el consumo desmesurado, el exceso sin pudor y el “ande yo caliente”. La actitud responsable es cosa de todos, la conciencia no es un propósito a alcanzar, sino un medio de vida destinado a salvaguardar el planeta (y al propio ser humano, presente y futuro) frente a la escasez de recursos, la explotación descontrolada o la destrucción imprudente del medio ambiente global.
Dado que el gasto de combustibles fósiles no renovables –y por tanto condenados a una pronta crisis y desaparición- asociado a actividades cotidianas y universales como el transporte es una de las principales causas de este gravísimo deterioro ecológico, conviene tener en cuenta unos cuantos consejos para paliar al menos en parte las repercusiones nocivas de la vida humana corriente.
El pedal no mancha
El deporte es salud. Tanto para uno mismo, como para el planeta. Sus ventajas son, pues, manifiestas. Si uno cree que andar es un sistema de desplazamiento demasiado lento –sobre todo en el caso de ciudades de mediano tamaño-, la bicicleta se ofrece como un medio de transporte sostenible y perfectamente adaptado al entorno urbano. Gracias a la proliferación de los carriles bici en las ciudades españolas, su uso es cada vez más generalizado. Teniendo en cuenta que la mayoría de viajes en las ciudades no superan los cinco kilómetros de distancia, la bicicleta es el vehículo más eficiente para la tarea. Esquiva los atascos con facilidad y no necesita encontrar plaza de aparcamiento (en el espacio que requiere un coche de tamaño normal tienen cabida hasta diez bicicletas estándar). A causa de su maniobrabilidad, su moderada velocidad, de la obligatoriedad del uso de protección craneal y de la existencia de esas citadas vías propias, es además un medio de transporte excepcionalmente seguro que elimina a su vez las peligrosas congestiones de tráfico.
En el plano ecológico, la bicicleta no produce contaminación acústica, ni quema carburantes o genera gases perniciosos. La bicicleta supone una disminución del 5000 por ciento en el consumo de energía respecto al coche. Y no solo en su uso: su fabricación implica una drástica reducción en el consumo de materiales y la correspondiente producción de residuos.
En cambio, es cardiosaludable, ayuda regular el peso del organismo y contribuye a aligerar las cargas de estrés diarios. Este ejercicio aeróbico y asequible constituye una verdadera garantía antienvejecimiento.
Además, si no le convencen los argumentos acerca del bien colectivo, piense en las indudables ventajas personales derivadas del uso diario de la bicicleta. Es barata, se maneja con facilidad, se encuentra accesible en cualquier lado y posee unas propiedades de lo más económicas: no tiene gastos de mantenimiento, su coste es infinitamente inferior al de cualquier coche y crea autonomía para toda la familia.
La aparición de bicicletas plegables o ultraligeras supone también un fomento de la intermodalidad: es decir, a su combinación con varios medios de transporte, como el tren o el autobús urbano y de línea. Ejemplos de transporte público que impulsan a hablar a continuación de otra categoría.
El transporte público
El transporte público son una serie de medos provistos desde la administración pública, ya sea mantenidos por ella misma, sea por subcontratación de empresas privadas, ideados para aportar soluciones a las necesidades diarias de desplazamiento los ciudadanos. El autobús, el metro y el tren son sus principales exponentes. Sus efectos económicos, a nivel colectivo e individual, son evidentes. Si bien suele acusarse al transporte público de resultar deficitario, lo cierto es que su adecuada disposición permite rebajar el gasto en elementos como las políticas medioambientales asociadas al derroche energético, la disposición de infraestructuras ligadas al coche privado, los costes de concienciación ciudadana sobre los peligros del tráfico y los gastos vinculados a los accidentes y la consiguiente intervención sanitaria –la accidentalidad en carretera está considerada uno de las más importantes amenazas para la salud pública en los países occidentales-.
Su impacto medioambiental también es destacable, ya que atempera la elevadísima emisión de gases de efecto invernadero producto de todo transporte motorizado –además de la contaminación ambiental y acústica-. La calidad de vida que aporta el transporte público es por tanto un factor que sumar a su larga lista de ventajas. Las afecciones broncopulmonares y las alergias, algunos diagnósticos de cáncer, el estrés y la pérdida de audición son varios de los males que se achacan al abuso del transporte privado por desgracia habitual en la sociedad contemporánea.
Otro beneficio del uso del transporte público reside en la posibilidad de desconectar de las tensiones asociadas a la conducción. Nada como sentarse tranquilamente, conversar con el compañero, admirar el paisaje, abrir un libro o conectar el Smartphone y dejarse llevar.
A pesar de estas incuestionables ventajas, quizás el mayor obstáculo con el que se encuentra el desarrollo de un transporte público eficiente y universal es el de la reticencia por parte de una administración en exceso cautelosa ante el poder de la industria automovilística y energética, escudada por otro lado en un aparente desinterés de la ciudadanía. Este último factor pasa fundamentalmente por la carencia de información adecuada y, por ello mismo, por la anulación de la conciencia ciudadana.
Si insistes… Consejos para el ahorro energético en el coche
Las técnicas de conducción eficiente son la condición necesaria para conseguir una reducción significativa en el consumo y las emisiones contaminantes de los vehículos. Por otro lado, si usted carece de la conciencia ecológica que dictaría el sentido común más elemental, puede poner en práctica estas técnicas de conducción eficiente con la excusa de que son tremendamente eficaces en el aumento de seguridad en el manejo del vehículo, ya que muchas de sus normas generales son asimilables a las de la conducción preventiva.
Ford, una de las marcas más importantes y con mayor tradición del mercado, aporta una serie de apuntes al respecto:
- La importancia de la delicadeza: Un estilo agresivo en la conducción tiene consecuencias directas en el gasto de combustible. Los aceleramientos suaves, los frenados realizados con suficiente antelación y evitar los cambios de carril innecesarios son procedimientos de conducción que optimizan el consumo de gasolina, al mismo tiempo que alargan la vida útil de los frenos y de los neumáticos.
- Despacito también se llega: Ir a una velocidad mayor de la adecuada para lo que determina la tipología y las condiciones de la vía supone un notable desperdicio de combustible. Una vez superada la barrera de los 50 kilómetros por hora, el consumo de combustible por parte del motor se incrementa de manera exponencial.
- El aire acondicionado puede acarrear sudores: Durante un trayecto realizado a baja velocidad, el empleo del aire acondicionado puede afectar seriamente al ahorro de combustible. Por tanto, es preferible darle a la manivela y bajar la ventanilla siempre que sea posible. Sin embargo, durante trayectos de carretera, en los que se superan los 80 kilómetros por hora, la cosa cambia. Tener las ventanillas bajadas supone un mayor consumo de carburante, dado que las capacidades aerodinámicas del vehículo se ven mermadas. Asimismo, la mayor potencia del motor cuando es sometido a altas revoluciones, permite que el funcionamiento de servicios secundarios como el aire acondicionado no presente un obstáculo para el ahorro.
- La baca, mejor pastando: La ubicación de un portaequipajes o baca en el techo del vehículo propicia la reducción de la aerodinámica propia del diseño. De este modo, cargar al máximo el maletero o situar bultos en el interior del coche, respetando las debidas medidas de seguridad en todo caso, son una medida útil de ahorro de combustible. Tampoco desprecie los efectos beneficiosos de una buena sesión de lavado y encerado.
- Cuidado con la báscula: Hacer cargar al coche con un peso adicional superior a los 50 kilos incide en el consumo de energía del vehículo. Conviene por tanto llevar solo lo imprescindible.
- Echa una capota a tu motor: En el caso de los vehículos descapotables, cerrar el techo en carretera reduce la resistencia al viento y, con ello, incrementa la eficiencia en el consumo. Tu flequillo rebelde también lo agradecerá. Lo mismo se aplica a las ventanas y a los techos solares. Recordemos que en viajes de carretera el uso del aire acondicionado y la calefacción no implican un gasto en exceso relevante.
- Velocidad de crucero, mi comandante: Los sistemas de control de velocidad contribuyen a no incurrir en faltas y delitos viales por exceso de velocidad y rebajan el consumo que conllevan los acelerones bruscos.
- Mantener la palanca en posición de cambio durante el frenado: Dejar caer el coche en punto muerto es una de las leyendas urbanas más comunes en el mundo del ahorro de combustible. Los automóviles modernos, dotados de sistemas de inyección de combustible, están ideados para regular el consumo en función de las mayores o menores del motor, por lo que dejar la palanca de cambio en situación neutral anularía esta disposición.
- No seas perezoso y apaga el motor: Si te encuentras correctamente estacionado y esperando, mejor apaga el motor, ya que mantenerlo en ralentí también consume combustible. Especialmente si gastas un coche de gran cilindrada o tu novia es de las que les cuesta decidir qué vestido ponerse en cada ocasión.
- Todo del tirón: Los procesos continuados de apagado y encendido del motor son contraproducentes, ya que un motor frío es menos eficiente que uno que ya ha cogido temperatura. Así pues, mejor hacer un solo viaje largo que muchos viajes cortos.
- Mantén en forma la máquina: Acondicionar el motor de acuerdo a los estándares de emisiones aconsejados, reemplazar a tiempo los sensores de oxígeno, mantener los neumáticos con su correcta presión de inflado, determinada por el fabricante, o controlar el funcionamiento adecuado del embrague son elementos esenciales para el funcionamiento correcto del automóvil y, por ende, para el ahorro de combustible. Marcas como Luk, Sachs o Valeo ofrecen recambios accesibles y a precios muy competitivos. Además, el mantenimiento general –cambio de filtros y bujías, alineamiento de ruedas, inspección de los sistemas de emisión y escape,…- puede asegurar, en conjunto, un ahorro de hasta el 25 por ciento del combustible.
- Al rico aceite: Un motor lubricado es un motor eficiente. Siga las recomendaciones del fabricante y podrá alcanzar hasta un ahorro del 2 por ciento solo con este sencillo gesto.
- El octanaje no es un indicativo casual: El octanaje de combustible que señala el fabricante del vehículo es el ideal para exprimir al máximo su rendimiento. No por servir un octanaje más elevado se obtiene una prestación mayor. También es imprescindible recordar que la tapa del combustible ha de ir ajustada, dado que los gases del motor permanecerán más concentrados y la eficiencia será mayor.